13 marzo 2006

la casa del mar.

la recuerdo no sólo con vista al mar, sino a pocos pasos del mismo. cuando digo pocos pasos me refiero a 4 o 5. para colmo eran pasos de niño, que todos sabemos son más cortos que los de los adultos.

aunque puede que la memoria me falle con respecto a la distancia. verán, en ese momento la playa donde se encontraba esta casa me parecía otro mundo, y el viaje que hicimos hasta ahí con mi hermano y mi papá fue una eternidad de rutas y autos. ahora, siendo más adulto y capaz de usar un mapa, veo que la playa queda a kilómetros de la ciudad. los kilómetros son como los pasos, excepto que un poco más largos, incluso más largos que los pasos de adultos. sin embargo, mi memoria sigue manteniendo a la playa a una enorme distancia.

como ven no puedo asegurar que los recuerdos no hayan ido acercando cada vez más la casa hacia el mar, como han ido alejando la playa de la ciudad. lo que sí puedo asegurar de la casa es que no era una casa extraordinaria. rozaba la humildad y la simpleza; tenia cuatro paredes (en esa época las casas solían tener cuatro paredes), tres ventanas y una puerta. la cosa que más me gustaba de esta casa era el piso: no tenía. uno pisaba directamente la arena, sensación desconocida para alguien de ciudad.

me gustaba decir que vivíamos en esa casa, a lo que mi papá corregía: "no vivimos, nos hospedamos". hospedarse en un lugar es como vivir, pero por poco tiempo y con jabones diferentes. en fin, nos hospedábamos en esa casa mi papá, mi hermano y yo.

llega el momento de hablar de mi hermano. es mayor que yo, tres años exactamente, y a esa edad tres años era mucho. sabía muchas más cosas que yo, había vivido más aventuras que yo y ambos lo sabíamos, lo que hacía un poco más llevadera la cosa. además, él tiene poderes.

estábamos los tres en la casa una noche. una, no importa. lo importante es que había empezado más temprano que de costumbre gracias a unas nubes que cubrían todo el cielo y amenazaban con romper en cualquier momento y diluviar el mar que hasta hace poco reflejaba el cielo. yo jugaba adentro de la casa haciendo castillos de arena, que de castillos tenía el nombre y la idea premeditada. se podrían llamar paredes de arena nomás, nadie se ofende. mi papá hablaba con un señor en la puerta. mi hermano hacía torres de cartas. arquitectura de verdad.

le pregunté cómo las hacía y me explicó un poco. con buena pedagogía y un rato de práctica, ya podía llegar a torres de babel de dos pisos. le dije a mi hermano que trate de derribarlas, confiando en una fortaleza que mis torres no tenían. tiró todo de un soplido. repetí lo mismo, cambiando las estructuras, pero no el resultado. imaginaba mandando flores a las viudas de los fallecidos en los derrumbes. lágrimas de las hijas de las sotas; un cuatro de basto llorando a su hermano. al rato mi hermano me dijo que era inútil, que las iba a derribar todas y cada una. él era capaz de tirar cualquier casa. sin pensar en las veces que él tenía razón y yo no, le dije que no podía. que sí, que no. que lo intente. que tal vez lo haga.

mi papá interrumpe. nos tenemos que ir de la casa, rápido que era una emergencia. valijas semi hechas y correr por la playa. llovía y mucho. viento fortísimo. llegamos a la casa del señor que hablaba antes con mi papá.

desde esa casa podíamos ver la nuestra propia. resistía la lluvia, que no disminuía sino se hacía fuerte, y el viento. lucha entre la casa y la tormenta, parte uno. cambio de canal y estufa y cena.

de a poco las paredes fueron desprendiéndose de la arena. pensaba en la posibilidad de haber tenido un suelo de madera. o cemento. o toda la casa de mármol. o pavimento en vez de arena. bocinas en vez de viento. gotas cayendo desde aires acondicionados en vez de lluvia. la puerta perdió. también pensé en lo que mi hermano me había dicho minutos antes. el mar subía cada vez más, arrinconando a la casa. que no importaba cuán fuertes las construyeran, podía derribar cualquier cosa. finalmente, voló hacia el mar, como no podía ser de otra forma.

pasamos la noche en el mismo lugar. mi papá lucía preocupado durante el incidente. no tanto por la casa, sino por lo que no pudo haber pasado. los que no pudo haber futuro. le pregunté qué le pasó a la casa, si alguien había soplado en ella. me exlpicó algo sobre las mareas y cosas que no entendí. dijo que no me preocupara y duerma. él fue al sillón y yo compartía la cama con mi hermano. él estaba en el baño mientras yo hablaba con mi papá. cuando llegó, encontró a su hermano menor dormido, aunque con ganas de preguntarle si podía hacer volver la casa.

al otro día no encontramos casí rastros de la casa. solo algunos trozos de madera y una cocina de gas.

no sé por qué razón voló hacia el mar. tal vez mi papá tenga razón; tal vez la marea haya hecho su trabajo. pudo haber sido la capacidad de mi hermano de destruir cualquier casa, que en definitiva eran cartas más duras. tal vez mi memoria la haya acercado demasiado al mar con el tiempo, tanto que la hya hundido, haciendo de unas simples vacaciones un desastre y una anécdota. tal vz siga alejándola de tierra cad vez más, hasta que la olvide por completo y desparezca, otra vez.

N-/10:57 p.m./
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